domingo, 12 de octubre de 2014

#Tóxico


Un peligroso virus, aparecido en un importante hospital del país es el protagonista esta semana en todos los medios de comunicación y en todas las tertulias. Los profesionales del hospital están temerosos de que el control del mismo se les escape de las manos y haya un contagio generalizado. En el sótano, Antonio, está preocupado. Una de su más altas responsabilidades es la de mantener a raya las bacterias, aplicando correctamente el APPCC. El servicio de alimentación ofrecido por su empresa de restauracion colectiva para los  pacientes, con las defensas mermadas por las diferentes enfermedades que padecen, debe garantizar la seguridad alimentaria al más alto nivel.
 
Pero su preocupación no proviene del terrible virus, ni de las mencionadas bacterias, sino de una especie de toxina que se transmite por vía oral, mediante la palabra. Está presente desde hace un tiempo en algunos de sus empleados. Un informe con nombres permanece encima de su mesa, redactado por un profesional infiltrado en la plantilla.
 
-  ¿Ha sido muy complicado localizarlos? -pregunta Antonio.
 
- No. No ha sido difícil detectarlos -pronuncia el profesional. -Los síntomas son claros y pertenecen a profesionales mediocres, frustrados por el devenir de su situación personal, e incluso profesional. Llegada cierta edad, la vida no les ha sonreído como ellos quisieran, quizás por falta de formación, orientación, esfuerzo, o por todo ello. Su capacidad para ilusionarse por nuevos sueños está ya anulada. Quedarse con la parte positiva y esforzarse para mejorar su situación requiere de una energía que les ha desaparecido, si es que alguna vez la poseyeron. Ahora se embarcan en una nueva misión donde quizá, de esta manera, asuman un nuevo protagonismo. Desde el otro lado y de otra forma. Su nueva misión: destruir en lugar de construir. Dañar. Cualquier problema es bienvenido. Su nueva razón de vivir es que los demás paguen sus frustraciones y cuanto peor les vaya a los  demás, mejor se sentirán consigo mismos. Su éxito será el fracaso colectivo. No importará que les arrastre. Para ello, buscarán a un chivo expiatorio, o varios. Alguien tiene que tener la culpa de su situación. Lo más fácil es hacerlo sobre aquellos compañeros o jefes que son, o parecen, más felices. Los que han progresado o que se sienten reconocidos en la empresa. Nunca admitirán que estos lo consiguieron por méritos propios -bebe un sorbo de agua y continua con su explicación, mientras le mira fijamente. -Los reconocerás porque nunca van de cara. Manipulan a los empleados más débiles, sobre todo a los nuevos. Desinformados y en búsqueda de una relación social dentro de la empresa son un blanco perfecto para sus intereses. Para ello, no dudan de ir de víctimas. Se hacen pasar por firmes defensores de sus compañeros, buscando ser su único apoyo frente a la malvada patronal. Son arrogantes. No reconocen sus carencias, por eso permanecen estancados en el fracaso. Su vía de escape es siempre cuestionar y criticar todas las decisiones de la empresa o de sus jefes. Conocen muy bien los derechos y nunca hablan de obligaciones. Intentan ponerse medallas que no les corresponden y pisan a sus compañeros en cuanto tienen la oportunidad de conseguir un beneficio para sí mismos. Siempre encuentran problemas y culpables en lugar de soluciones. No quieren trabajar en equipo e intentan dividir a sus compañeros en lugar de buscar la integración de todos, respetando la diversidad. No pierden la oportunidad de hacer daño ante el cliente, sobredimensionan los problemas o levantan falsos rumores o sospechas, que siempre ponen en boca de otros. Si alguien no les sigue el juego, lo encasillan en el lado del enemigo. Les boicotean su trabajo a la menor oportunidad y si pueden les obligan a hacer parte de su trabajo. Son, por norma, holgazanes. Malos trabajadores que evitan tareas difíciles o de responsabilidad. Desempeñan sus tareas mal y las finalizan tarde. Son impuntuales, y no hacen su trabajo cuando no son vigilados de cerca. Suelen tener alto absentismo, ubicado siempre en el peor momento para la empresa. La productividad es su enemigo número uno. Una cosa más, a menudo confunden la propiedad de la empresa con la propia.

- Son una terrible carga para cualquier empresa que gane este concurso publico. Si los despedimos perderemos los beneficios esperados y el contrato habrá sido infructuoso. Además, facilitaremos la gestión de la próxima empresa que se haga cargo del servicio, a nuestra costa. Si los mantenemos, el cesto cada vez tendrá más "manzanas podridas".
 
- La decisión es suya.
 
¿Debe desprenderse de los trabajadores señalados en el informe? ¿Qué otras opciones se os ocurren? 

No hay comentarios: